CONCLUSIONES


En las últimas décadas hemos sido testigos del proceso de integración de las nuevas tecnologías a la educación. La llegada de las TIC a las aulas ha traído consigo ciertas ventajas, pero también algunos inconvenientes que nos obligan a interrogarnos acerca de la relación entre la incorporación de las nuevas tecnologías y la mejora de la calidad educativa. 

 

Así, la integración de las nuevas tecnologías a la educación ha supuesto cambios en el currículo, en los centros educativos y sus instalaciones, en los roles del alumnado y el profesorado, etc. Ahora bien, la realidad actual de las aulas demuestra que en su mayoría las nuevas tecnologías han implicado una innovación tecnológica (uso de proyectores, plataformas virtuales, recursos y materiales didácticos, etc.), pero no ha ido acompañada de una innovación pedagógica.

Ahora bien, la consecuencia más relevante del proceso de integración de las TIC a las aulas y que aún constituye una asignatura pendiente para nuestra educación es la posibilidad de poner en marcha innovaciones educativas, dando lugar a un proceso de enseñanza-aprendizaje constructivista, activo, colaborativo y personalizado. Un proceso de enseñanza-aprendizaje diseñado, tutorizado, mediado, guiado y evaluado por el profesorado, pero cuyo principal protagonista sea el alumnado.

 

En conclusión, la integración de las nuevas tecnologías a la educación no mejora sin más la calidad del proceso de enseñanza-aprendizaje, pero sí abre la posibilidad de llevar a cabo una innovación pedagógica. Para ello es indispensable, no solo la disponibilidad de medios tecnológicos, la formación digital por parte del profesorado y el compromiso de la comunidad educativa, sino también una transformación en la concepción del aprendizaje tal y como lo concebimos hasta el momento. Las TIC permiten el desarrollo de un nuevo aprendizaje activo, colaborativo, abierto, personalizado.

Con sus ventajas y sus desventajas, inevitablemente, las nuevas tecnologías ya están aquí, en las aulas, porque la educación no puede vivir ajena a la realidad social que la rodea, con unos modelos educativos decimonónicos dirigidos a unos estudiantes nativos digitales, que cada vez permiten entrever mayores problemas de concentración y de atención. 

Por el contrario, la educación está llamada a motivar a su alumnado y a incorporar medios como las nuevas tecnologías que contribuyan a, primero, formar a los estudiantes en las competencias que desarrollarán en el futuro como ciudadanos y profesionales —competencia digital, espíritu crítico, trabajo en equipo, etc.— y, segundo, a favorecer el desarrollo de innovaciones pedagógicas que mejoren el aprendizaje.

 

 

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